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El lazo rojo



Liv levanta despacio la caja polvorienta y la apoya sobre la silla de plástico. Los recuerdos pesan mucho. Corta el precinto con un cuchillo afilado, abre las solapas y le muestra a su hermana el contenido de la caja. La niña observa el interior y la mira extrañada. Tan solo veía paquetes polvorientos y cosas viejas.


Empieza a sacar las cosas y a quitarles el papel que los envuelve, entonces Izzy empieza a interesarse. Son objetos infantiles, a veces se le olvida que su hermana mayor también ha sido una niña. Liv coge un pequeño paquete, quita el papel de seda y lo observa con una sonrisa distante.


La niña le enseña su nuevo lazo rojo a su amiga mientras caminan por el patio del colegio. El ribete de seda del lazo brilla bajo el sol y en la fina gasa se puede distinguir la imagen de Esmeralda, la protagonista de la nueva película de Disney. Levanta el brazo con la cinta en la mano y observa cómo se mueve en el viento. Después se lo acerca a la coleta rubia para atárselo, pero en ese momento nota un tirón. Marlon pasa corriendo por su lado y le muestra el precioso lazo. Ella alarga el brazo, sonriéndole, esperando que se lo devuelva, pero él empieza a correr hacia la bola de escalar. Ella le sigue y sube tras él.


Liv cierra los ojos y abraza el paquete abierto. Lo saca con delicadeza y recuerda a Marlon en lo alto de la bola con el lazo en su mano derecha, su sonrisa pícara y su rubio cabello moviéndose con la brisa. Suspira y se lo ata a la coleta.


Una vez arriba, se sujeta a la barra de metal, en su mente resuenan las palabras de su madre “si te chincha es porque te quiere”. Sonríe, ¿eso serviría solo con primos o también con otros chicos? Marlon le entrega el lazo con una sonrisa y mil mariposas vuelan en su interior, pero segundos después todo se vuelve oscuro y solo siente dolor. Marlon y el resto de los niños observan horrorizados como la niña cae desde lo alto y una barra de metal detiene su caída, desde ahí se escurre poco a poco al suelo, encogida de dolor. Sus amigas la ayudan a levantarse del suelo y le acercan una silla. Una profesora se acerca a socorrerla y entre todos consiguen que se calme, pero sigue doliendo.


Continúan investigando el interior de la caja, pero la mente de Liv está en otro lugar, en otro tiempo. Su tía a su lado en el hospital de urgencias, su abuela frotándole la barriga tumbada junta ella en la cama, la incertidumbre, el dolor.


Los padres de la niña llegan y la encuentran acostada en la cama de su abuela. Habían vuelto lo antes posible de su viaje y se la llevan para averiguar cuál es la causa de tanto dolor.

Las sirenas de la ambulancia marcan la urgencia de la situación, pero lo peor es el cristal que los separaba. La niña se siente sola, rodeada de tubos, agujas y enfermeras de bata blanca, pero escondido entre las sábanas tiene a su lado el lazo rojo. Sus padres deciden traerle un gran regalo, algo que siempre relacionará con felicidad y la tranquilidad: la oportunidad de ver sus películas favoritas, sus películas de Disney, de desconectar y alejarse de esa realidad que estaba viviendo.


Con esa gran sorpresa los días mejoran. También le traen más compañeros de cama: barbies y peluches. Su soledad se va esfumando, se siente cada vez mejor y una mañana le otorgan algo de libertad: subir a planta. Podía volver a abrazar a sus padres y algunos familiares, tener a su madre a su lado. Ya no se sentía sola. Aún tenía un largo camino por recorrer, pero sabía que iba a estar bien. Todo iba a salir bien.


Liv se sienta, la caja ya está vacía y es hora de tomar decisiones. Se toca el lado izquierdo de la barriga e inclina la cabeza para que el lazo le caiga por el hombro. Juega con él como si fuese un mechón de pelo. Todo ese dolor, todo ese miedo, toda esa soledad se ha quedado en una aventura, una aventura que gracias a sus padres está llena de recuerdos bonitos. Sonríe. Suspira. Abraza a su hermana y empiezan a decidir el destino de aquellos objetos con olor a tiempos pasados, mientras Liv piensa qué será de ese chico rubio que fue el protagonista de todos sus juegos y en el que pensó durante muchos años, siempre con una sonrisa al recordar los buenos momentos que pasaron juntos.


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